Transcripción literal del retrato del creador ideal (C.I.) de Howard Gardner, de Harvard University, encontrado en la Revista Psicología.
C.I. procede de un lugar alejado de los verdaderos centros de poder e influencia de su sociedad, pero no tan alejado que ella y su familia ignoren completamente lo que está ocurriendo en otros lugares. Su familia no es rica ni tiene terribles problemas financieros, y la vida de la joven creadora es razonablemente cómoda, en un sentido material. El ambiente en casa es más correcto que cálido, y la joven creadora se siente a menudo un poco distante de su familia biológica; aún cuando C. I tiene estrechos lazos con uno de sus padres, tiene también sentimientos ambivalentes. Es más probable que existan lazos íntimos entre C. I. y una niñera, una criada o un miembro más lejano de su familia.
La familia de C.I. no ha recibido educación superior, pero valoran el aprendizaje intelectual y sus logros, sobre los que mantienen elevadas expectativas. En una palabra, son típicamente burgueses apegados a las ambiciones, respetabilidad y valoración del trabajo duro que han llegado a ser asociadas con esta clase social, particularmente a finales del siglo diecinueve. Las áreas de fuerza de C.I: aparecieron a una edad relativamente temprana, y su familia estimuló estos intereses, aunque se muestra ambivalente acerca de una carrera que caiga fuera de las profesiones establecidas. Hay una atmósfera moral si no religiosa, en torno al hogar, y C.I. desarrolla una conciencia estricta, que puede volverse contra ella misma, pero también contra otros que no adopten los modelos de conducta que ella espera. La creadora a menudo pasa por un período de religiosidad que es rechazada y a la que puede volver, aunque no necesariamente al final de su vida.
Llega entonces un tiempo en que la niña que crece, ahora una adolescente, parece haber desbordado el entorno de su hogar. C.I. ya ha invertido una década de trabajo en el dominio de un campo y está cerca de la vanguardia; ya le queda poco que aprender de su familia y de los expertos locales, y siente un impulso acelerado de ponerse a prueba a si misma frente a los demás jóvenes que destacan en el campo. Y así, como adolescente o joven adulta, C.I. se aventura a ir a la ciudad considerada centro de las actividades vitales de su campo. Con sorprendente rapidez, C.I. descubre en la metrópoli una serie de compañeros que comparten sus mismos intereses; juntos, exploran las dimensiones del campo, a menudo organizando asociaciones, publicando manifiestos y estimulándose mutuamente hacia nuevas cotas. A veces, C.I. se pone a trabajar directamente en el campo elegido, aunque puede igualmente haber jugueteado con varias posibilidades profesionales diferentes hasta que se produjo un momento de cristalización.
Las experiencias dentro de los campos difieren de uno a otro, y no tiene sentido intentar encubrirlas aquí. Sin embargo, con mayor o menor velocidad, C.I. descubre un área problemática o una esfera de interés especial, que promete llevar el campo a aguas desconocidas. Este es un momento sumamente importante. En éste punto C.I. se aísla de sus compañeros, y debe trabajar en gran medida por su cuenta. Es consciente de que está al borde de un avance que todavía es poco comprendido, incluso por ella. Sorprendentemente, en éste momento crucial, C.I. anhela apoyo, tanto cognitivo como afectivo, para poder mantener el norte. Sin tal apoyo, bien podría experimentar algún tipo de crisis nerviosa.
Por su puesto en las circunstancias favorables que hemos examinado, C.I. consigue realizar al menos un avance importante. Y el ámbito reconoce bastante rápidamente el valor de ese avance. C.I. se siente tan especial que parece dispuesta a llegar a acuerdos especiales-un poco faustiano- para mantener el flujo que viene del trabajo efectivo e innovador. Para C.I., este pacto implica masoquismo y una conducta impropia para con los demás y, en ocasiones, la convicción de haber hecho un pacto directo con Dios.
C.I. trabaja casi todo el tiempo exigiéndose muchísimo a sí mismo y a los demás, elevando constantemente el listón. En la línea de William Butler Yeats, escoge la perfección de la obra por encima de la perfección de la vida. Tiene confianza en sí mismo, es capaz de afrontar falsos comienzos, es orgullosa y testaruda, y reacia a admitir errores.
Dada la enorme energía y entrega de C.I., tiene una oportunidad para un segundo avance, que sucede aproximadamente una década después del primero.
El avance subsiguiente es menos radical, pero más global y más íntimamente integrado con el trabajo anterior de C.I. en el campo. La naturaleza del campo de C.I. determina si se presenta una oportunidad para ulteriores avances. (Permanecer sumamente creativo es más fácil en las artes que en las ciencias.) C.I. intenta conservar su creatividad; buscará un estatuto marginal o elevará el listón de la asincronía para mantener la originalidad y conseguir el flujo que acompaña los grandes desfíos y los descubrimientos excitantes. Cuando C.I. produce una efusión de obras, algunas de ellas destacan como definitorias, tanto para la misma C.I. como para los miembros del ámbito circundante.
Inevitablemente, con la edad aparecen los límites de los poderes creativos de C.I.. A veces, explota a personas jóvenes como un medio de rejuvenecimiento. Al encontrar cada vez más difícil realizar nuevas obras originales, C.I. se convierte en una apreciada crítica o comentarista. Algunos creadores mueren jóvenes, por supuesto, pero en el caso de nuestra C.I., ella sigue viviendo hasta la vejez, gana muchos seguidores y continúa haciendo una aportación significativa hasta su muerte.
Soy perfectamente consciente de las limitaciones de éste retrato hipotético. Tras cada frase no solo se encuentran los siete individuos de éste estudio si no también muchos otros, de los cuales al menos algunos parecen contradecir abiertamente este retrato propuesto. Si la mayoría de los creadores proceden de una familia completa y que, hasta cierto punto les ayudó, ciertamente no es el caso de las hermanas Bronte; si muchos viven hasta una edad avanzada, Keats y Mozart no; si una mayoría proceden de trasfondos algo marginales, la mayoría de los miembros del grupo Bloomsbury ciertamente no. Así, cuando se llega a ofrecer generalizaciones sobre la creatividad, uno debe juzgar la medida en que cada generalización es esencial. Con toda probabilidad, ni uno solo de los factores que acabamos de resaltar es decisivo para una vida creativa; pero puede ser que uno precise al menos una cierta proporción de ellos, si las oportunidades para un avance creativo han de verse incrementadas.
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