12 noviembre 2009

Las nuevas dimensiones de lo colectivo.


Vivimos la época de la gran reforma digital. Se están incubando unos cambios que afectaran la  forma de relación entre lo tangible y lo intangible y por extensión a la noción del lugar, de lo colectivo, a las comunidades y a la noción de ciudad.

A medida en que nuestras relaciones sociales dejaron de ser necesariamente presenciales el espacio colectivo fue adquiriendo nuevas dimensiones. El concepto de lo colectivo ha evolucionado en la misma medida en que lo han hecho las  tecnologías.

Primero le añadimos la dimensión del espacio radiofónico, luego la del espacio televisivo y en los últimos años hemos entrado de lleno en la edad de la comunicación instantánea e ilimitada.  Surge así la dimensión del ciberespacio.  Ahora nuestra realidad tiene una dimensión virtual con un marco más allá de lo urbano y unas lógicas más allá de lo físico.

Los niveles de complejidad y de información de la global-comunicación ha trastocado la esencia propia del individuo. Hemos cambiado el lugar en que nos comunicamos.  Uno de los riesgos de esta fuga de relaciones al ciberespacio es la pérdida de contacto físico entre las personas.

"El teléfono móvil convierte los espacios públicos en menos públicos, transforma a los viandantes en individuos secuestrados y al paseante en una figura de privacidad. Y sin darnos cuenta el significado de la calle como lugar público ha disminuido enormemente”. .           
Paul Goldberger

Nuestras relaciones personales y sociales, nuestras organizaciones y empresas, nuestra forma de trabajo, nuestras organizaciones, nuestro sistema político y económico e incluso nuestras ciudades han entrado en un warp temporal de aceleración que precipita los cambios.

 También hemos cambiado la cantidad y la calidad de las relaciones que tenemos. Nuestro círculo de amigos se ha multiplicado y con ellos nuestras opciones de contacto.  Pero ¿hasta dónde llega la capacidad de socialización de las personas? ¿Cuales  límites de la conectividad?

Derivado de lo anterior también hemos cambiado la forma en que nos relacionamos.  Hace tiempo renunciamos a cuotas de privacidad en pos del sentimiento de seguridad pero ahora hemos descuidado nuestra intimidad para pasar a un exhibicionismo que nos incita a “completar nuestro perfil” con un rastro indeleble de información descontextualizada. De la conversación pasamos los eructos emocionales del sms y del  twitter para crear una orgía de información personal que seguramente el marketing sabrá bien como aprovechar.

Es fascinante la idea de que la tecnología pueda despertar conciencias sociales. Por primera vez disponemos de tecnologías que nos animan a pensar en una verdadera revolución social, en la emergencia de la inteligencia colectiva y en la alquimia de las multitudes 
[2]. Las tecnologías traen promesas de conciencia social, la opinión pública y la transparencia, de sistemas flexibles de auto-organización.

Pero a diferencia de lo que suele pasar en las comunidades urbanas, las comunidades virtuales forman guetos  especializados de intereses compartidos. No se produce una mezcla social,” las personas no necesitan salir de su área de confort “[3]  y por tanto no puede haber una verdadera  cohesión social.  Si confiamos únicamente en las redes  sociales virtuales corremos el riesgo de precipitarnos en una sociedad conectada pero fracturada.


La ciudad y los ciudadanos nos enfrentaremos en esta era a la recombinación del espacio físico urbano y los espacios virtuales de interacción.   ¿Qué pasará con las ciudades? ¿Son compatibles con los cambios tecnológicos, sociales y humanos…?  

Sin duda el espacio colectivo se enriquece pero  a un ritmo quizás demasiado acelerado. Aún están  generando pocas tangencias y muchas tensiones entre la ciudad y el ciberespacio y en consecuencia la lógica del espacio urbano tradicional está siendo trastocada.


Para combatir el aislamiento social y la pérdida de interacción pública en la calle el arquitecto del futuro tendrá que enfrentarse a la combinación del espacio físico y el espacio virtual.  La arquitectura tradicional se verá obligada a compartir con los nuevos agentes el diseño y la gestión del espacio público, y la calidad de estos espacios dependerá de la habilidad para combinar dichos agentes.

Y cuando aún no hemos sido capaces de comprender el alcance y las consecuencias de estos cambios empezamos ya a atisbar  la próxima y completa fusión de ambas realidades,  la conexión entre todas las personas, con todos los objetos  y con todos los espacios (EVERYWARE[4])y además fuera de internet (OUTERNET[5]).

Las tecnologías traerán muchos cambios positivos, muchos  predecibles y muchos  impredecibles [1] pero aún sólo podemos especular sobre el efecto real tendrán estas nuevas tecnologías en lo individual, en lo colectivo, en lo social o en lo urbano.  El arquitecto por ahora observa desbordado e impávido.




[1] ¿Cómo prever el alcance del  “Cloud Computing” o la Inteligencia Artificial?

[2] Francis Pisani y Dominique Piotet., “La alquimia de las multitudes”.   Barcelona: Paidós, cop. 2009 300 p. ISBN: 9788449321962

[3] Adam Greenfield,  Everyware: The Dawning Age of Ubiquitous Computing   ISBN 0-321-38401-6


[4] El término EVERYWARE lo introdujo Adam Greenfield en 2006 en el título del libro “Everyware, the Dawning Age of Ubiquitous Computing”. El autor propone una exploración del impacto y de las implicaciones de las nuevas tecnologías en la sociedad.


[5] El término OUTERNET fue utilizado por  primera vez por Steve Barlow y Steve Skidmore para referirse a lo que quedaba fuera de internet, pero hoy en día está el término está cobrando un significado completamente distinto..

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